Yo también soy de los que piensan que en el mundo hay dos
tipos de personas: las que disfrutan con la lectura y las que no. Hoy, 23 de
abril, es un día señalado para el grupo de los primeros, del que me considero
miembro. Así que esta tarde me pasaré
por mi librería para comprar Las Tres Bodas de Manolita, de Almudena Grandes
porque aún no tengo el libro. Claro, que esa es mi idea inicial porque acabaré
saliendo con algunos más. De eso tendrá la culpa José Antonio, mi librero.
Jose Antonio y su librería, la de la Fuente Ribera, consagran
un espacio mágico para los amantes de la literatura en Colmenar Viejo. Una vez
oí que en los libros es donde se refugian nuestros sueños para no morir de frío.
Estoy convencido de que de las manos de Jose Antonio es desde donde más calor
pueden dar. Cuando esta tarde entre en la pequeña y aparentemente caótica tienda,
emergerá desde su atiborrado mostrador para saludarme. Y después de preguntarme
qué es lo que quiero, con esos ojos vivos y a la vez capaces de albergar tantos sueños, empezará a
sugerirme un sinfín de libros adicionales de autores desconocidos, de
editoriales pequeñas que muy pocos conocen, pero a los que él siempre brinda su
oportunidad. Me llenará de tentaciones poniéndome en las manos un montón de novedades que sabe que encajan con mis gustos y que él conoce
tan bien como los de la mayoría de sus demás clientes. Los sacará de las
distintas torres apiladas en el suelo o de cajas de cartón, unas encima de
otras, que entorpecen el paso de su pequeña tienda haciendo más increíble, si
cabe, el proceso.
Luego, con su generosa cabellera plateada y su expresión
traviesa, contemplará mi confusión un poco infantil por no saber con cuántos libros
de los sugeridos me quedaré finalmente. Imposible darme todo el atracón por
presupuesto y por cuestión de racionalidad. Cuando al final me haya decidido
penosamente, me llenará los que me lleve de marcapáginas con nuevas sugerencias
de libros, para rematar.
Este rito gozoso, que repito varias veces al año, será hoy
también mi forma de celebrar el Día del Libro. Una fiesta que no sería lo mismo
sin Jose Antonio. Lo siento por Amazon, pero él también me trae los libros que le
pido y no están en su tienda. Y el placer de entrar en esa guarida especial y
charlar un rato de libros con quien ama de verdad a esos objetos que venera haciéndolos
su oficio no lo puedo encontrar a través de mi tableta electrónica. Que sea por muchos días.
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