miércoles, 19 de marzo de 2014

Hombre: Feliz 19 de marzo

Cada vez estoy menos seguro de que no tenga que haber un Día del Hombre. Ante su ausencia, queda el Día del Padre para reflexionar sobre la masculinidad.

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Hoy quiero reivindicar ésta como portadora de positividad. No sólo en el continuo de los valores que encarna de forma tradicional. Por construcción social, por características intrínsecas de su naturaleza o por ambas, ahora no quiero entrar en esa polémica. El caso es que hay atributos personales y comunes que todos identificamos en ella: fuerza, aventura, competencia (¿siempre es negativa?), exploración de límites, riesgo (¿siempre es negativo?). Y también abrigo, protección, seguridad.

También reivindico el proceso más moderno de construcción continua del hombre que ya sabe que en el respeto al otro, la mujer para los efectos, a su independencia, a su construcción autónoma personal y a su crecimiento está el respeto a sí mismo. Y que encuentra en ello una parte importante de la propia esencia de su ser, de su ser masculino. Que lo elabora cada día en un proceso apasionante de evolución social en el que aún hay más preguntas que respuestas, como en todos los que merecen la pena.

Reivindico a esos hombres a los que aman los personajes femeninos de Almudena Grandes y de Rosa Montero. Hombres que a pesar de sus errores son dignos de ser amados en su plena condición masculina.

Reivindico a esos hombres que buscan todo aquello que perdieron por el camino tanto en el recorrido histórico como en el personal. Que reencuentran el valor de las relaciones familiares y deciden apostar por ellas. Que aprenden a mirar cara a cara a emociones como el miedo, la soledad y la inseguridad desde sus propias claves renovadas, hasta con una sonrisa, en lugar de negarlas y poner cara de póker.

Declaro mi distancia frente a quienes pontifican sobre una masculinidad en permanente estado de sospecha. Por cierto, hombres en importante proporción. Que sólo la conciben como una dañina fiera que hay que mantener entre rejas. O como un preso culpable sobre el que sólo cabe determinar si debe cumplir el primer o el tercer grado. Que reelaboran el concepto de pecado original acotándolo sólo para los hombres y acuden asiduos a determinados cenáculos llamados feministas (para mí no lo son, el feminismo es algo mucho más serio que eso) y hasta cobran por ello. Declaro también mi rebeldía a pedir perdón de por vida por ser hombre y a encontrarme en permanente deuda de reparación por razón de nacimiento.


Hoy, Día del Padre, recuerdo a todos aquellos hombres que han sido y que son referentes de  mi proceso de aprendizaje permanente en esto de ser hombre. Y saludo a toda esa inmensa minoría que constituimos los hombres, casi la mitad de la humanidad. Compañeros de viaje en esta aventura, no mejores pero tampoco peores que las mujeres, a los que al menos por un día merece la pena dedicar una reflexión. A todos y a todas, feliz 19 de marzo.